Lo mío con Rodrigo Cuevas

Lo mío con Rodrigo Cuevas es una obra de teatro en tres actos, o si lo preferís, planteamiento, nudo y desenlace. El planteamiento soy yo en marzo escuchando en la oficina un episodio de Tarataña, el programa de Radio 3, en el que aparece su versión panderetera de «Pánico en el Edén».

El nudo soy yo descubriendo, de nuevo, a Rodrigo Cuevas, haciendo algo radicalmente opuesto: llevarse una habanera a una música electrónica a caballo entre Las Bistecs y Los Ganglios (y con un videoclip que tampoco tiene ningún tipo de desperdicio).

Y el desenlace soy yo acudiendo ayer a su espectáculo en las Fiestas de la Melonera, en la Arganzuela (Madrid), donde pude constatar en vivo y en directo que, efectivamente, la expectativa que pudiera tener sobre su obra se quedaba realmente corta. Descaro, zalamería y, sobre todo, libertad, se daban cita en un concierto en el que se dedicó a deconstruir el folklore asturiano, para transformarlo en clave de reggaetón y música de baile.

Como comenté ayer en Twitter se trata de un desafío de muchos cánones al mismo tiempo. Algo admirable: en un mundo en el que hay tanto repartecarnets hay que tener agallas para hacer algo tan osado, y para hacerlo además con un resultado tan auténtico y con tanta calidad. Porque no faltó ni un reggaeton ni una vaqueirada interpretada a pandereta, y nada de ello desentonaba.

Y a lo mejor no todo lo que hizo era especialmente tradicional ni provenía de los cancioneros de hace unos cuantos siglos (teniendo en cuenta, por ejemplo, que una de las canciones la hizo famosa Tino Casal tras un alegato a la libertad individual que fue particularmente aplaudido). Pero sigue siendo una expresión de la cultura asturiana, tradicional y actual. Y eso sigue siendo de admirar.

Me voy a permitir destacar una rima que me pareció absolutamente grandiosa. Así, fuera de contexto.

Por dormir entre piernas blancas y coño hermoso, le he dao muerte al toro barroso.

Poco más hay que decir.

Ay, y puxa Asturies.